Entender el nuevo paisaje como un filtro biológico que descontamina una porción de antiguo suelo industrial y la ofrece a las aves que decidan recalar en él. Un paisaje en trinchera que protege el arbolado del aerosol salino que trae la brisa marina, especialmente agresivo donde el mar lleva contaminantes disueltos.
Un paisaje en franjas alternativas, unas accesibles por los peatones y otras sólo accesibles por las aves.

Distribuir estratégicamente distintas profundidades de marisma a las que se adaptan especies vegetales que absorben diferentes compuestos contaminantes y metales pesados.
Crear recorridos de observación desde los que se puede ver sin ser visto o “hides”. Un aviario climatizado en el que se enrosca un recorrido descendente se apoya sobre un edificio en el que se prolonga el acordeón de la topografía artificial.

Un paisaje que se infiltra en la costa y cuya propia estructura lo autoprotege de su posición expuesta y arriesgada.